domingo, junio 14, 2009

Epistolas

Hace algunos meses me levante de un aliento húmedo.
Cinco años acumularon en sus sacos los carteros el polvo y el camino de aquellas epístolas.
Ella llegó a mi vida de una manera extraña (ó tal vez fui yo quien llegó a la de ella). Una noche de tedio, golpeando la soledad del teclado, y con mi aburrimiento bailando entre la cerca, nos encontramos en una maraña de palabras, ahí donde lo último que ha encontrarse es una persona que desde sus aparadores de inexistencia, responda con caminos nuevos a preguntas y acertijos. Creó que lo primero que se dijo fue: “Esta noche no hay luna, ¿sabe usted donde duerme? ¡La necesito!” Ella respondió tal vez: “También le busco”.
A una y otra pregunta siguieron nuevas metáforas y laberintos sin salidas; pasaron meses y segundos, ella comenzó a extrañar nuestros juegos de hormigas; yo comencé a esperar la noche con una paciencia hiperactiva
Un día temí el sentimiento tan amargo de amar sin tocar. Me aleje.
Año y hojas cayeron, ella volvió nadando a mis cartas y yo volé despacio en las suyas; poco a poco el azar primigenio fue vestido de seguridades ligeras.
Un día sin espera, mi padre falleció y ella se alejó aún más lejos que las estrellas, con su silencio fatal para mí.
Pasaron meses y cartas, ella dejo de ser ausencia. Se enamoró de alguien vecino a su cuerpo y abrazo. Finalmente el silencio se hizo perpetuo y sin absoluciones. Un día, después de epístolas ingresando como balas en sus manos y de suplicas para una palabra, sólo dijo: Perdón.

1 comentario:

Ivette Marie Serrano dijo...

Carnalito nunca deje de escribir. Este texto, sin duda es uno de los más hermosos que has escrito. A veces se rompe para levantar.

Yo espero que la vida te obsequie muchas bendiciones, salud y amor. Tu eres un hombre maravilloso y encantador sé que serás muy feliz. Ojalá llegue a tu vida que sepa apreciar lo que tiene.

Eres el mejor hermano del mundo. Te amo