jueves, octubre 26, 2006

Plutón


-¿Donde vas mujer? –dijo con las manos sangrando Él.
-¿Ya no recuerdas los juramentos? –mientras habló, Ella se perforó las manos con un cuchillo.

“Las casas son seres infinitamente terrestres, escribió Gastón Bachelard”. Habrá pensadó en aquella tierra negra, en aquella tierra que provee de alimento, la madre primigenia, la Venus de caderas anchas, el Toba de los mixtecos, Gueb de los egipcios, ¿cuantas tierras había acumulado en su imaginario? He estudiado aquellas acepciones de la tierra, y ninguna me da noticia de una relación directa entre la madre-tierra, y la tierra-no-terrestre, pues aquella también es tierra. Se que muchos científicos dirán que los compuestos químicos son diferentes, que son rocas, polvo de ellas y del espacio, y sin embargo creo en ella como una madre. Algunos signos del complejo de Edipo poseo, y no me aqueja tenerlo, el problema es que necesito encontrar a esa madre lejana entre mis dedos.
En el año de 1968 sentado en la butaca del cine, observe como el sol se abría paso entre la Tierra, parecía que estaba ahogándose entre la sombra de la Tierra, unos compases hacían que aquellos simios resultarán danzantes girando alrededor de un ídolo. Es extraño, acabó de mencionar dos veces la palabra “Tierra” en este párrafo, y sin embargo no es la misma.
El hombre un día alzo la mirada al cielo, y un día vio en él al Pater-cielo, y así, encima de la tierra sintió la necesidad de darles sexo, la tierra-femenina, el cielo-masculino, la fecundación se llevó a cabo. En la creación hebrea se creo primero el cielo, al ser dividido en dos, después en el tercer día se pensó en tener contenedores y contenidos, húmedos y secos. Pero a pesar de esas ideas creacionistas, el hombre fue quién en su contacto con aquello, le dio el carácter de sagrado a aquello, así primero fue la creación antes que el creador. Dios en su celo de ser relegado en su posición divina, hizo evidente el mundo, no dejó nada por se descubierto, nada por se probado, olido, sentido, al fin el mundo se volvía tedioso para Adán y para Eva, por aquellos rencores Dios prohibió. Muchos han relatado en numerosas obras, que aquel árbol era el del conocimiento, así Dios podría ser eliminado es decir olvidado, el conocimiento trae consigo también el olvido, no quiero arremeter contra ese planteamiento, pero creo que bajo aquellas hojas de conocimiento, se encontró la prohibición como un acto de imponer límites, fronteras. Hemos aprendido bien de aquella acción, pues nos expandimos por todos las tierras siempre imponiendo límites, fronteras, espacios de lo privado, espacios de lo sagrado, al fin, todos somos aprendices de las fronteras.
Pasarían milenios para que a alguien piense en una masa continental unificada, sin fronteras, ah, pero siempre diferente a Europa, a Asia, a África, al fin las fronteras es el pan de cada día. Un día me puse a pensar sobre las antitesis de los héroes, aquellos piensan un mundo unificado bajo un rey y un mandato, una dictadura global, los que se visualizan sobre tronos de poder, pero ahí se ilumina una verdad, aquella eliminación de fronteras. Todos seríamos el mismo país, la misma lengua, la misma religión, un no-humano, un no-lugar sería el nuestro, todo sería la pesadilla infinita de la libertad. Los hombres sin embargo nunca podrán encontrar ese camino sin pantanos o retenes, el mundo será un obstáculo, para los héroes que se visualizan como amos. Aquellos van con la bandera de libertad es verdad, pero que vale una libertad si después hay que venderla por la vida del hijo, de la hija, de la esposa, o la misma, el héroe real es el aquella antitesis hoy.
La Madre-tierra la debemos proteger hoy, pero un día, un día nos expulsará, nos calcinará, nos olvidará bajo una gran explosión. Por eso debo de pensar en otro planeta, en escapar de mi mismo, de mi humanidad, de mi creación de 5000 años, he mamado de las ubres de una civilización a la que le cuesta la vida lo maravilloso, y lo terrible se aprende con la primera luz, con el primer golpe. Debemos de escapar, pero como, a donde, y aunque parezca absurdo ¿porque?
Espero poder extrañar esto que tengo aquí, espero poder olvidarte, pues el apegó a las cosas –dijo Buda- son lo que nos causa dolor, yo no quiero sentir dolor, no quiero, no lo deseo, no quiero buscar, no quiero buscarte, no quiero buscarme, quiero salvarme.
He intentado perder la razón, me he acercado a muchos manicomios a contaminarme de su perdida, pero cuan poco he conseguido, aún consigo redactar. Uno de ellos me ha iniciado en el laberinto. Fue mi compañero de cuarto. En las noches se ponía de frente a la ventana y observaba las estrellas, y sin ninguna alteración se recostaba. Ponía sobre su vientre una hoja de papel. Con la mano mientras mantenía los ojos en silencio, dibujaba bolas de fuego, al lado de una en primer plano, se encontraba otra menor, así progresivamente originado una perspectiva, pero paradójicamente un camino, un mapa estelar. Las noches le ayudaban a concentrarse en el continuo mapa. En las mañanas tomaba un pincel e iba a la planta superior y se deslizaba sobre la pared, ahí reproducía según su visión aquel fragmento del mapa. En la esquina inferior un poco despegada la figura de piso, aparecía la Tierra.
Durante una noche le acompañe en aquella observación pero no podía ver más allá de lo vidente, me canse de forzar la vista, y dormí. Al día siguiente compré un telescopio, pero tampoco hubo resultados, intenté colocarme una hoja después que él y la retiraba al día siguiente antes que despertará, pero sólo conseguí garabatos, uno que otro punto, pero nunca una continuidad se reflejaban entre mis dibujos. Durante una tarde mientras tomaba un baño, él tomo mis dibujos y se quedó l-l-o-r-a-n-d-o. Interpreté mi acción como un insulto a él, por lo que aún sin sueño me recosté a dormir, sin hacerle compañía por esa noche, a la mañana siguiente no lo encontré dormido con su hoja. La cama yacía tendida, sus cosas no estaban, sólo estaban regados sus mapas.
Tomé una taza de café para ver su dibujo, y ahí colgado con una cuerda hecha con su ropa, se mecía. Bajo su cuerpo nadie notó diferencias, salvo yo, pues encontré un objeto anormal a los que dibujaba, era de forma elíptica y pequeña, casi parecido a la Tierra. Pasaron las noches y mis observaciones se hicieron más frecuentes, las noches se prolongaban en aquellos desvelos. Pase mis días realizando copias de los dibujos de mi compañero. Un error en mi trazo dejó caer una gota de tinta, así comprendí que mis dibujos habían encontrado el fin del camino: Plutón.
Mi pensión la he gastado en comprar libros, pagar investigaciones, transcribir conferencias sobre el astro. Pague un viaje a Clyde Tombaugh para que me comentara aquella observación de Plutón en 1930. Todos los datos los confronte y los hice pegar a las paredes de la casa, al techo y al piso, todo era Plutón. Sabía que se comportaba extraño, que no correspondía a una orbita que girara alrededor del sol, al fin, era un objeto celeste insatisfecho con algo. Probablemente era el Adán primigenio que rechazaba el control del Sol, y aborrecía ser dependiente.
Tal vez, pueda ser la casa, tal vez pueda ser el cementerio, tal vez pueda ser una cárcel, pero es un allá. Todo su contenido esta sin nombres, todo es sin dioses y demonios, todo es sin fronteras, todo es libre. Todos los extremos se tocan y son equilibrios. Pero es 2006 y no llegamos a él. Tal vez sea necesario adelantar el reloj.
-¿Qué haces? –dijo Ella.

Atentamente
Santey Herco

Pd. La Unión Astronómica Internacional no puede votar y proclamar el olvido.

1 comentario:

Malva Marina dijo...

INTENSO! MARAVILLOSO! ME ENCANTOOOOO!