A Erandi (Woody)
Nadie ha llegado. Él no ha llegado. Repaso la dirección que me dieron, anoto mentalmente las eventualidades de la llegada y veo que no he equivocado. “Hubiera”, perdido la orientación, la norteación, la suereccion, la occidentacion, pero llegué, bajo un misterio de venas metropolitanas. Me acerco a la puerta, no hay sonidos, no tienen sonidos las paredes, no hay ondas de luz atravesando los diferentes cuartos. ARDIENTES, ¿qué significarán las letras? la “R” se encuentra rota, que disparate de la publicidad, quién desea adquirir por propia voluntad madera ominosamente destinada. Regreso al coche, para comentar los pormenores del día, las miradas extraviadas de objetos y sujetos. Él no llega. Una persona sale, nos dice sucintamente y sin guantes, que tardará aún más: Ya ve, los trámites. Y dentro pone letras sobre un pizarrón de terciopelo, los surcos se llenan de letras, sé lo que va a colocar.
Nos hacen referencia de los otros, nuestros otros comunes. Las risas se asumen, las tristezas se conocen, se hermanan. Las personas nos miran, como distantes dolorosos. El talló de las hojas de los árboles no están quietas e inquietantemente se mecen, y es tan difícil mantener todas las hojas en las ramas, y una lagrima se asoma deseada. Muchos ya, todos ya, un zoológico de signos iguala las proyecciones de luz. Llega él. Espera afuera, todos sabemos que está ahí, y no quiere salir a saludar, porque lo tienen dormitando, lo quieren así, lo necesitan así. Subimos, él por fin asciende por un secreto elevador, quiere privacidad. Damos un silencio a su padre. El nos entrega otro. Todos nos ventilamos de miradas, nos acomodamos, queremos estar presentes, queremos estar cerca, y estamos tan lejos como él. Da una vuelta, velas lo ayudan a leer. Empieza a hablar, y repasa a todos las palabras serias. El techo se estremece en picos, y los focos se apagan, para poder hacer mejor la lectura, nadie comenta. Sale la religión, se acompaña de consuelos, se anuda a las gargantas, se distiende en los ojos. Ya hay llanto tan desolado, ya hay llanto tan solitario. Muchos son, muchas manos, sin poder levantarlo, tantas manos inútiles. Se relevan para ayudarlo a dispersar el centro, y dejarlo en varios posibles. Me encargo de un pilar. Mi hermano detrás. Levantan la tapa, y no quiero verle, porque ya sé que no es él, es solo su cuerpo, y no es él. Me retiro, me han engañado, nunca fue él.
(Woody a la derecha)
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